La Pirámide del Sol, ubicada en el corazón de Teotihuacán, es una de las estructuras más imponentes y enigmáticas de la antigua Mesoamérica. Con una altura aproximada de 65 metros y una base de 225 metros por lado, esta pirámide se erige como la construcción más grande de Teotihuacán y una de las más voluminosas del mundo antiguo. Su construcción se remonta al periodo Tzacualli (1-150 d.C.), y se cree que fue completada en una sola etapa, lo que demuestra la capacidad organizativa y técnica de la civilización teotihuacana.
Significado simbólico y religioso
La ubicación de la pirámide no es arbitraria; está alineada con el Cerro Gordo al norte y con la salida y puesta del sol en fechas específicas, lo que indica un profundo conocimiento astronómico. Esta orientación sugiere que la pirámide tenía un papel central en las prácticas religiosas y ceremoniales, posiblemente relacionada con el culto al dios del Sol o a otras deidades importantes en la cosmología teotihuacana.
Debajo de la pirámide se encuentra una cueva artificial, descubierta en 1971, que se cree fue utilizada con fines rituales. Esta cueva, con forma de flor de cuatro pétalos, podría haber representado el lugar de origen en la mitología mesoamericana, reforzando la idea de la pirámide como un axis mundi o centro del universo.
Arquitectura y construcción
La pirámide está compuesta por cinco cuerpos troncocónicos superpuestos y una estructura adosada de tres cuerpos. Originalmente, estaba recubierta de estuco y decorada con pinturas murales, aunque poco de esto ha sobrevivido hasta nuestros días. La construcción se realizó utilizando técnicas avanzadas para la época, y su diseño muestra una planificación urbana sofisticada, con la Calzada de los Muertos alineada en función de la pirámide.
Restauración y legado
En 1905, el arqueólogo Leopoldo Batres emprendió una restauración de la pirámide como parte de las celebraciones del Centenario de la Independencia de México. Aunque su trabajo fue criticado por alterar la estructura original, permitió que la pirámide se convirtiera en un símbolo nacional y un importante atractivo turístico.
Hoy en día, la Pirámide del Sol sigue siendo un testimonio del ingenio y la espiritualidad de la civilización teotihuacana. Su majestuosidad y misterio continúan fascinando a arqueólogos, historiadores y visitantes de todo el mundo, consolidándola como una de las grandes maravillas del patrimonio cultural de México.